viernes, 24 de junio de 2011

SCOOBY, EL ROCKERO IMPARABLE

Disc jockey, locutor de radio, promotor de conciertos y, sobre todo, apasionado del Rock’n’Roll más clásico. Javier Guerrero, conocido como Scooby, es uno de esos personajes multifacéticos que se pasa la vida tramando cosas para divertirse y que los demás también se diviertan. Todo por amor a una música que le llegó desde muy pequeño. “Tenía siete años cuando murió Elvis y en la tele pusieron sus películas. Yo no sabía muy bien lo que estaba viendo, pero supe que aquello me gustaba”, recuerda sobre como se le introdujo en el cuerpo la neumonía rockera.

Esa enfermedad le dejaba insatisfecho en unos años en los que era complicado acceder a la música que le gustaba. “En mis últimos años de EGB, mis compañeros eran todos heavies. Pero yo tenía ya un gusto distinto. Al llegar al instituto, empecé a conocer a gente que le gustaba esto. Empezamos a compartir aficiones y, a partir de ahí, ya me quedé enganchado”, añade Javier.

Poco tiempo después nacería DJ Scooby. “Fue por pura necesidad. Yo pasé mi adolescencia y primera juventud en Jerez de la Frontera y allí, por el año 89, no había ni ambiente rockero ni bares. Para poder disfrutar de la música que nos gustaba a mí y a mis amigos, empecé a organizar las primeras fiestas. Y como nadie pinchaba, pues me puse yo. Al final acabé cogiéndole el gustillo”, explica sobre sus primeros pinitos a los platos. Ahora, Scooby es solicitado para todo tipo de saraos y fiestas de ambiente rockero. Mientras contestaba a esta entrevista, iba guardando los discos de su última sesión. “Escojo la música en función del evento que me toque. No es lo mismo pinchar en la previa de un concierto de un grupo de blues que un festival de varios grupos como el Crazy Rhythm”, aclara. De todas formas, esta labor le supone más diversión que beneficios. “En estos ambientes, somos muy poco público, por lo que los disc jockeys o los músicos no pueden vivir de esta labor. Con lo que me pagan, me cubro los gastos de desplazamiento y poco más. Y si saco unos poco euros limpios alguna vez, los reinvierto en comprar más discos”, señala Scooby.

El hogar de Javier y su pareja Yeli es un templo dedicado a la música. Estanterías llenas de discos, un piano, una guitarra, un bajo, un saxo tenor e, incluso, una batería. Hay de todo para montar un concierto allí. O para echar una mano si fallara algo a alguno de los grupos que tocan en los conciertos que organiza. “Empecé con fiestas en las que pinchaba música. Pero, poco a poco, en esas fiestas íbamos metiendo grupos de la zona. Hasta que en el 96 organicé un festival en Jerez con varios grupos y con el cantante de los 50 Tony Conn de cabeza de cartel. Pero después de eso, tuve a mi hijo y paré durante unos años hasta que me vine a vivir a Castellón y lo retomé”, cuenta Scooby. “La verdad es que cuando llegué aquí, no quería meterme en berenjenales de organizar cosas. Pero tengo la suerte de tener una pareja que comparte conmigo esta pasión, que me apoya y me incita a seguir trayendo a grupos”, observa sobre su chica. Hoy en día sigue montando actuaciones musicales, bien en Castellón, bien en Valencia. El último, a la hora de esta entrevista, había sido la formación asturiana Los Vólidos . “Depende del grupo, las condiciones y la sala, organizo en una ciudad u otra. También intento que, después del concierto, la fiesta pueda continuar a ritmo de Rock’n’Roll”, puntualiza Scooby sobre esta labor .

Pero, por si faltara poco, Scooby dirige y presenta un programa de radio Dog House Radio Show en Vox Uji Radio, la emisora de la Universitat Jaume I de Castellón. “Empecé en emisoras locales de la provincia de Cádiz a principios de los 90. Fui pasando por varias hasta que me mudé aquí”, explica. “Ya en Castellón, estuve una emisora llamada Azahar FM que tuvo que cerrar. Y, desde este curso, hago el programa en Vox Uji, donde espero continuar el tiempo que haga falta”. Su espacio en las ondas es todo un magazine semanal donde no sólo pone música, sino que entrevista a personajes relacionados con el Rock’n’Roll y tiene un mini espacio monográfico sobre algún tema musical concreto. “Hago también un apartado de noticias relacionadas con la escena rockera y una agenda cultural de eventos relacionados con la misma en Castellón y Valencia, así como informo de los principales festivales en España”, añade sobre su labor radiofónica.

Javier conoce distintos ambientes rockeros de la geografía española. Y no sólo porque ha vivido en Jerez y en Castellón, sino porque suele moverse por festivales y fiestas con bastante asiduidad. Por ello, su visión sobre como se vive en La Plana siendo un John Milner es bastante importante. “Es una ciudad pequeña, donde nos conocemos todos y las relaciones entre los que andamos por aquí es bastante buena. Pero también lo suficientemente grande como para que, si se monta algo, haya una buena representación de aficionados al Rock’n’Roll”, observa. “De aquí han salido numerosos grupos ya desde los años 80, con los King Crueles. También han estado los Flying Hepcats o, actualmente bandas como Los Dalton, Patri & the Screams o Los Rock-A-Toms. También han venido mucha gente de fuera a tocar aquí y siempre se han ido encantados”, subraya Scooby.

Algunos de esos grupos, han venido porque él los ha traído. Como los ahora aclamadísimos Charlie Hightone & the Rock It’s, que han paseado su rockabilly por Europa y los EEUU después de estar en la provincia gracias a él. “Por aquella época en que montaba todos los meses un concierto en Vila-real, se armaron muy buenas fiestas. Recuerdo especialmente cuando vinieron Anabel & the Rock-a-bells, porque me quité la espinita de ver en directo a la gran Anabel Moreno. En aquel festival que monté en el 96, me fallaron a última hora The Lone Shots, su grupo de entonces, y con este concierto me pude desquitar”, apostilla.

lunes, 20 de junio de 2011

UN SUEÑO SOBRE CUATRO RUEDAS

John Milner, por un día, ha dejado aparcado su Hot Rod amarillo y se ha ido a dar una vuelta con Andrés Villalón, más conocido como Weler (explicar los motivos de su apodo darían para un artículo en sí mismo, así que lo obviaremos), y su Packard Clipper del 55. Un automóvil gigantesco que atrajo las miradas de propios y extraños en el pequeño paseo que este redactor y su feliz propietario dieron mientras se elaboraba este reportaje.

Los coches grandes son uno de los íconos por excelencia de los años 50. Los modelos de aquellos años simbolizan como ninguna otra cosa el “sueño americano”, y en Castellón se pueden encontrar varios modelos de ese tipo. Pero, de momento, a nadie le queda tan bien conducir uno como a Weler, por su implicación desde hace largos años con el Rock’n’Roll clásico. Por este motivo, escoge la mejor música ambiental posible para su vehículo. Durante nuestro periplo, por ejemplo, sonó Johnny Cash en el CD. Este reproductor es la única concesión a la modernidad que le ha puesto.

“La idea surgió cuando un grupo de amigos nos fuimos al Viva Las Vegas, un festival sobre los años 50 que se celebra allí anualmente y flipamos con la concentración de coches que hay allí. Hicimos una promesa los que fuimos de que teníamos que hacernos cada uno con un carro de estos”, explica. Y así se pusieron manos a la obra de forma que de los cuatro que allí estuvieron, sólo falta uno. Uno tenía ya un Ford Mustang y Ángel el Búho se hizo con un Chevrolet del 59. Andrés consiguió este modelo por un vendedor de Barcelona, especialista en este tipo de automóviles. “Me lo trajeron de Bélgica. Al principio era verde y blanco, pero yo le he ido cambiando piezas y el color para personalizarlo. Mi idea era hacerme un coche rockero”, señala Andrés.

Un coche de época importado y que tiene matrícula histórica tiene varios privilegios. Se paga menos seguro y está exento del impuesto de matriculación. También es inútil buscarle cinturón de seguridad porque, si no lo llevaba de serie, no es obligatorio. “Pero a cambio, requiere mucho gasto de mantenimiento. Cualquier cosa que le falle, cuesta conseguir repuestos. Y gasta el triple de gasolina que uno actual”, apunta Weler. Eso sí, el combustible es el normal que se puede conseguir en cualquier gasolinera a 95 o 98 octanos. Pero claro, su motor con 8 cilindros en V y sus 5.800 centímetros cúbicos, así como los 240 CV de potencia requieren “darle de comer” a menudo.

Los gastos, no obstante, pueden compensarse con unos ingresos extra. “De vez en cuando, me llaman para hacer alguna boda. Recojo a los novios tras la ceremonia y los llevo al banquete. Durante el trayecto les pongo baladas de Elvis para darles ambiente”, cuenta Andrés. En todo caso, esta labor es eventual y no la plantea como un negocio. “Es un extra que viene bien, pero hacer bodas y demás no compensa la inversión en un coche así. Te lo compras por pura satisfacción”, añade. Otra salida económica sería alquilarlo como atrezzo cinematográfico, pero en Castellón hay poco mercado. “En Madrid y Barcelona sí que hay salida para cine y televisión, pero aquí no”, aclara. La inversión que se ha de hacer en un coche así, la calcula en unos 25.000 euros. “A mi me costó más barato, pero luego tienes que invertir en reformártelo o, en mi caso, personalizarlo. Pero uno totalmente reformado puede costar sobre esa cifra. Antes de la crisis, estaban más caros”, agrega.

De momento, el Packard Clipper de Weler ya se ha estrenado en una concentración de coches de los 50. Se trata del Riverside, un encuentro de vehículos americanos antiguos ambientado con bandas de Rock’n’Roll clásico que se celebra en la localidad barcelonesa de Calafell. “Esta concentración se realizaba antes en Balaguer [Lleida], pero este año se ha trasladado a Calafell. Está cerca y es cómodo acercarse”. No obstante, prefiere dejarlo en casa cuando el festival, aunque tenga ambiente rockandrollero, no esté centrado en los automóviles. “Yo a los eventos de Rock’n’Roll voy a ver conciertos y divertirme, y un bicho así requiere que estés pendiente de él todo el rato. No es compatible con la fiesta. A una concentración sí, porque la organización lo centra todo en los vehículos y todo gira en torno a ellos”, matiza.

Pasear con un automóvil así es atraerse todas las miradas. “Al principio, reconozco que me daba un poco de vergüenza que todo el mundo me mirase, pero luego te acostumbras”. En cualquier caso, es un sueño hecho realidad para alguien como Andrés, a quien le picó el mosquito del Rock’n’Roll cuando era un adolescente. “Las películas de Elvis o cuando salían los Stray Cats en Minutos Musicales en la tele fueron las cosas que me atrajeron a este mundo. Y de ahí, hasta ahora”, recuerda. Una pasión por una música que le ha llevado a todo un estilo de vida. Incluido comprarse un coche de los años dorados de su música favorita. “¿Lo que sentí cuando lo conduje por primera vez? –hace un gesto con el brazo bastante ostensible-: ¡Rock’n’Roll!”.

jueves, 16 de junio de 2011

VESTIDAS PARA 'ROCANROLEAR'

De un tiempo a esta parte, hay un retorno a las modas femeninas de los años 50. Por la calle y en los ‘mass media’ (es llamativo el caso de algunas presentadoras de televisión), se ven chicas vestidas con ropa similar a la de hace 50 y pico años. Personajes como la modelo Dita von Teese y la cantante Imelda May han liderado un regreso al estilismo femenino de aquel entonces. Esta costumbre, en cualquier caso, la han mantenido siempre las aficionadas (y apasionadas) del Rock’n’Roll clásico. Se habla de “estética pin up. Pero eso lleva a una confusión. No todos los estilos femeninos de los 50 fueron pin up, ni mucho menos. Este fenómeno fue parte de la época y quería reflejar la sensualidad, inocencia y la belleza de las chicas de entonces, así como aprovechar su poder gráfico para poder hacer anuncios”, señala Noelia Juan, conocida como Carol Dee, cantante de Carol Dee & V59 y experta en moda y estética de los 50.

Y es que el término “pin up” significa, más o menos literalmente, “colgada con chincheta”, puesto que eran fotos o dibujos de modelos y actrices famosas que se colocaban en paredes o taquillas. Una costumbre que empezaron, en los años 40, los soldados que lucharon en la segunda guerra mundial. “Las escenas son muy variadas: vestidas para una fiesta, para la playa, de calle, vestidas con el atuendo de un trabajo (por ejemplo, bomberas, mecánicas etcétera). O, incluso, desnudas (pero nunca de modo obsceno). Todo es muy estético a pesar de que, bajo mi punto de vista, no podemos obviar el carácter sexual también. Pero es una sexualidad suave y atenuada”, apunta Noelia.

En un contexto en que esa estética vuelve a ponerse de actualidad, no resulta extraño que, en Castellón, muchas mujeres se hayan sentido atraídas por esta tendencia que recupera un sabor de hace más de medio siglo. Algunas, por una simple cuestión gusto por ese tipo de ropa. Pero otras, llegaron atraídas por la música que puso la banda sonora a los sueños que esas modelos inspiraban. Así las cosas, en esta ciudad hay dos centros de diseño de este tipo de ropa. Uno es Presumidas, el otro Cathevil. Ambos se dedican a lo mismo pero con distintos métodos, tanto de confección como de promoción de sus diseños.

“Yo soy rockera desde los seis años por la influencia de mi hermana mayor. Y me puse a diseñar por lo complicado que me resultaba encontrar ropa de mi estilo”, explica Andrea Palau, que junto a su socia, Laura Richarte, dirige Presumidas. Algo similar motivó a Cristina Rodríguez, responsable de Cathevil. “Empecé a coser cuando tenía 15 años, cuando comencé a descubrir el Rock’n’Roll, para hacerme mi propia ropa”, alega.

Una misma motivación. Sin embargo, moviéndose en un mismo mercado (centrado en la escena rockera), usan distintas formas de promocionarse y vender sus diseños. Presumidas son unas asiduas de los festivales y eventos. Allá donde pueden, van con su stand y sus productos. “Todo empezó porque había gente que nos preguntaba dónde habíamos conseguido nuestra ropa. Ante este interés, pensamos que era una buena idea comercializarla”, añade Andrea. Aparte de los stands y organizar desfiles de pases de modelos (han estado en Cibeles) o enseñar sus diseños en concursos de pin ups, convocan por toda España unos encuentros muy originales. “Las llamamos ‘tupper pin up’, al estilo de las reuniones tupper de los años 50. Generalmente, en locales y restaurantes de ambiente rockero. Allí invitamos a las asistentes a un batido de fresa y les ofrecemos un obsequio. Gracias a ellas, hemos logrados nuevas clientas”, explica. Entre sus logros más destacables, el de vestir a Anna Simón del programa Tonterías las justas.

Cristina, sin embargo, prefiere el contacto por Internet. “Voy muy poco a desfiles o a festivales para montar stands. Es un buen método para darse a conocer, pero me resulta incómodo pues muchas veces no hay probador”, justifica. También porque, a diferencia de sus vecinas, que fabrican ropa con tallas standard, ella cose a medida. “Eso me motiva a personalizar más la ropa. Por eso, antes de ponerme a preparar la pieza, consulto y hablo mucho con los clientes. Les explico como tomarse las medidas y tengo un trato muy directo con ellos, aunque sea por la red”, señala.

En cualquier caso, el objetivo que tienen como creadoras es el mismo: que quien vista su ropa se vea guapa. “Al hacer la ropa a medida, no me centro en cánones, sino que puedo crear también ropa para personas más rellenitas a fin de que se sientan sexys”, afirma Cristina que está preparando una colección de Cathevil “para gente con curvas”. Presumidas, por su parte, pretenden llegar a todo tipo de edades y buscan que quienes lleven sus diseños se sientan “elegantes, femeninas, originales y coquetas”, manifiesta Andrea.

Noelia, como consumidora de este estilo de diseños desde siempre, opina que es “positivo” que ahora se pueda conseguir más fácilmente ropa “genuina, que no es lo mismo que original”, matiza. Opina también que hay que saber diferenciar entre vestir así como una forma de vida o como una moda. “La gente nos ve con nuestros peinados y vestidos y rápidamente asocia ideas”. Pero esto es un “error”, según ella. “Si nos comparasen con una de estas chicas pin ups modernas es muy probable que dijeran que nosotras vamos vestidas a la antigua”, afirma para diferenciar entre la tendencia actual y las rockeras de pura cepa.

Cathevil y Presumidas encuentran la inspiración en cualquier parte. “Se me ocurre un diseño y lo plasmo en la tela en cuanto me viene”, manifiesta Cristina. Andrea también suele cazar las ideas al vuelo. “Pueden llegar en cualquier momento, viendo una película o, incluso, soñando. Siempre llevo un bloc para dibujar cualquier cosa que me venga a la cabeza”, explica.

Ambas son conscientes de que la estética de los años 50 está de moda. Pero no renunciarán a seguir diseñando en este estilo aunque pueda bajar la demanda. “Nuestras clientas son, mayoritariamente, personas vinculadas al Rock’n’Roll. Pero también mujeres que les gusta un estilo clásico que no pasa de moda”, apunta Andrea, quien confiesa que “queremos hacer otro tipo de perfiles de ropa más comerciales pero siempre con vinculación con los años 50”. Cristina, por su parte, aclara que ya hace cosas de otros estilos. “Estoy abierta a todo, aunque lo que más me gusta es esto”, agrega.

También tienen claro que esta tendencia por la ropa de tipo ‘retro’ tenderá a disminuir, aunque cuentan con la fidelidad de un público rockero que seguirá interesado por lo que tanto Cristina como Andrea y Laura puedan ofrecer. Noelia agradece, en cierto modo, esta moda porque “se pueden conseguir cosas muy chulas a un precio asequible”. Ella ya lleva tiempo manteniéndose siempre fiel a su estilo. Un estilo en el que cree firmemente: “Cada cierto tiempo, las tendencias de la moda varían, de manera que es seguro que el año que viene ya no se lleve lo pin up. Lo que sí es cierto es que, en altas esferas de la moda, hay mucho diseñador enamorado de los años 40 y 50 y esto se ve regularmente en sus patrones. Y digo yo que por algo será”.




Reportaje de Canal 9 sobre un desfile de Cathevil. Fuente: youtube

Untitled from Lorenzo Millo on Vimeo.



Desfile de Presumidas. Fuente: Presumidas

Fotos cedidas por Presumidas y Cathevil