lunes, 20 de junio de 2011

UN SUEÑO SOBRE CUATRO RUEDAS

John Milner, por un día, ha dejado aparcado su Hot Rod amarillo y se ha ido a dar una vuelta con Andrés Villalón, más conocido como Weler (explicar los motivos de su apodo darían para un artículo en sí mismo, así que lo obviaremos), y su Packard Clipper del 55. Un automóvil gigantesco que atrajo las miradas de propios y extraños en el pequeño paseo que este redactor y su feliz propietario dieron mientras se elaboraba este reportaje.

Los coches grandes son uno de los íconos por excelencia de los años 50. Los modelos de aquellos años simbolizan como ninguna otra cosa el “sueño americano”, y en Castellón se pueden encontrar varios modelos de ese tipo. Pero, de momento, a nadie le queda tan bien conducir uno como a Weler, por su implicación desde hace largos años con el Rock’n’Roll clásico. Por este motivo, escoge la mejor música ambiental posible para su vehículo. Durante nuestro periplo, por ejemplo, sonó Johnny Cash en el CD. Este reproductor es la única concesión a la modernidad que le ha puesto.

“La idea surgió cuando un grupo de amigos nos fuimos al Viva Las Vegas, un festival sobre los años 50 que se celebra allí anualmente y flipamos con la concentración de coches que hay allí. Hicimos una promesa los que fuimos de que teníamos que hacernos cada uno con un carro de estos”, explica. Y así se pusieron manos a la obra de forma que de los cuatro que allí estuvieron, sólo falta uno. Uno tenía ya un Ford Mustang y Ángel el Búho se hizo con un Chevrolet del 59. Andrés consiguió este modelo por un vendedor de Barcelona, especialista en este tipo de automóviles. “Me lo trajeron de Bélgica. Al principio era verde y blanco, pero yo le he ido cambiando piezas y el color para personalizarlo. Mi idea era hacerme un coche rockero”, señala Andrés.

Un coche de época importado y que tiene matrícula histórica tiene varios privilegios. Se paga menos seguro y está exento del impuesto de matriculación. También es inútil buscarle cinturón de seguridad porque, si no lo llevaba de serie, no es obligatorio. “Pero a cambio, requiere mucho gasto de mantenimiento. Cualquier cosa que le falle, cuesta conseguir repuestos. Y gasta el triple de gasolina que uno actual”, apunta Weler. Eso sí, el combustible es el normal que se puede conseguir en cualquier gasolinera a 95 o 98 octanos. Pero claro, su motor con 8 cilindros en V y sus 5.800 centímetros cúbicos, así como los 240 CV de potencia requieren “darle de comer” a menudo.

Los gastos, no obstante, pueden compensarse con unos ingresos extra. “De vez en cuando, me llaman para hacer alguna boda. Recojo a los novios tras la ceremonia y los llevo al banquete. Durante el trayecto les pongo baladas de Elvis para darles ambiente”, cuenta Andrés. En todo caso, esta labor es eventual y no la plantea como un negocio. “Es un extra que viene bien, pero hacer bodas y demás no compensa la inversión en un coche así. Te lo compras por pura satisfacción”, añade. Otra salida económica sería alquilarlo como atrezzo cinematográfico, pero en Castellón hay poco mercado. “En Madrid y Barcelona sí que hay salida para cine y televisión, pero aquí no”, aclara. La inversión que se ha de hacer en un coche así, la calcula en unos 25.000 euros. “A mi me costó más barato, pero luego tienes que invertir en reformártelo o, en mi caso, personalizarlo. Pero uno totalmente reformado puede costar sobre esa cifra. Antes de la crisis, estaban más caros”, agrega.

De momento, el Packard Clipper de Weler ya se ha estrenado en una concentración de coches de los 50. Se trata del Riverside, un encuentro de vehículos americanos antiguos ambientado con bandas de Rock’n’Roll clásico que se celebra en la localidad barcelonesa de Calafell. “Esta concentración se realizaba antes en Balaguer [Lleida], pero este año se ha trasladado a Calafell. Está cerca y es cómodo acercarse”. No obstante, prefiere dejarlo en casa cuando el festival, aunque tenga ambiente rockandrollero, no esté centrado en los automóviles. “Yo a los eventos de Rock’n’Roll voy a ver conciertos y divertirme, y un bicho así requiere que estés pendiente de él todo el rato. No es compatible con la fiesta. A una concentración sí, porque la organización lo centra todo en los vehículos y todo gira en torno a ellos”, matiza.

Pasear con un automóvil así es atraerse todas las miradas. “Al principio, reconozco que me daba un poco de vergüenza que todo el mundo me mirase, pero luego te acostumbras”. En cualquier caso, es un sueño hecho realidad para alguien como Andrés, a quien le picó el mosquito del Rock’n’Roll cuando era un adolescente. “Las películas de Elvis o cuando salían los Stray Cats en Minutos Musicales en la tele fueron las cosas que me atrajeron a este mundo. Y de ahí, hasta ahora”, recuerda. Una pasión por una música que le ha llevado a todo un estilo de vida. Incluido comprarse un coche de los años dorados de su música favorita. “¿Lo que sentí cuando lo conduje por primera vez? –hace un gesto con el brazo bastante ostensible-: ¡Rock’n’Roll!”.

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